Pérdida
Soy la llanura en la pendiente del silencio,
la habitación de un aullido
- parcela de difuntos-.
Soy el caracol que sostiene las arterias
de un palacio que combate su reflejo,
con los ojos quietos en la sed que aprieta
la censura de mi lengua viva.
No llamo al pie de la fe en ningún camino
husmeo restos benditos
huellas de piedra,
hebras de un vestido hecho de blasfemias
que cubre la vergüenza que heredamos.
Habito el vaho de la tristeza,
llevo su humedad dentro del puño hendido,
entre los dientes, debajo de las uñas,
aquí,
y duele con la aurora.